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Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores. Umberto Eco, 2015

domingo, 8 de septiembre de 2013

Esos encuentros inesperados...

El 21 de septiembre, hace dos años, entré a una panadería cerca de mi oficina como a las 11 de la mañana. Mientras esperaba ser atendida, un señor de unos 70 años, totalmente desconocido, se acercó a mí y me pasó el libro que estaba leyendo. Me marcó una página y me pidió que leyera un párrafo. Accedí, quería ser cordial, y el señor enseguida me dijo que me regalaba el libro, que yo tenía cara de ser una lectora empedernida. Así es como salí de la panadería con una docena de facturas y un libro nuevo, y la sorpresa de que un completo desconocido hubiera adivinado en mí la pasión por la lectura... 

Éste es el libro y el fragmento que me hizo leer, es el siguiente:
"A ella le gusta el amor. A mí no. A mí me gusta ella, incluido, claro está, su gusto por el amor. Yo no le doy amor. Le doy pasión envuelta en palabras, muchas palabras. Ella se engaña, cree que es amor y le gusta; ama al impostor que hay en mí. Yo no la amo y no me engaño con apariencias, no la amo a ella. Lo nuestro es algo muy corriente: dos que perseveran juntos por obra de un sentimiento equívoco y de otro equivocado. Somos felices"
Fue un encuentro casual, un detalle, una pavada, pero era el día del cumpleaños de mi padre, el hombre tendría más o menos su edad si viviera, me habló de lo mucho que le apasionaba la lectura, como a mí, como a mi padre, y me hizo leer un fragmento sobre el amor, un sentimiento sobre el que, en esos momentos, tenía mis severas dudas. Qué cosas locas pasan en una mañana cualquiera, no?

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